En un entorno empresarial donde los cambios son cada vez más rápidos, los imprevistos más frecuentes y las amenazas más complejas, garantizar la estabilidad operativa ya no es una ventaja competitiva: es una necesidad estratégica. Aquí es donde entra en juego el concepto de continuidad operacional, una práctica que permite a las organizaciones enfrentar interrupciones sin perder su capacidad de funcionar, entregar valor o proteger sus activos críticos.
Pero ¿qué significa realmente continuidad operacional? ¿En qué se diferencia de la gestión de riesgos o la recuperación ante desastres? ¿Y por qué tantas empresas en Chile están comenzando a hablar de plan de continuidad y resiliencia digital como pilares centrales de su planificación para 2025?
Definición práctica de continuidad operacional
La continuidad operacional es la capacidad de una empresa para seguir operando, incluso ante eventos disruptivos. Esto incluye desde desastres naturales o fallos tecnológicos, hasta huelgas, ciberataques, crisis sanitarias o cortes prolongados de servicios básicos.
A diferencia de otras disciplinas, no se enfoca únicamente en prevenir el incidente, sino en asegurar la respuesta y recuperación rápida para que la organización pueda seguir funcionando con el menor impacto posible.
El núcleo de esta estrategia está en el plan de continuidad operativa (BCP, por sus siglas en inglés), que define:
- Procesos críticos que deben mantenerse activos o ser restaurados con prioridad
- Roles y responsables durante una crisis
- Recursos mínimos necesarios para operar
- Protocolos de comunicación interna y externa
- Escenarios de contingencia y estrategias de recuperación
¿Por qué es tan relevante en 2025?
La necesidad de continuidad no es nueva, pero el contexto actual la vuelve prioritaria:
- Interrupciones más frecuentes: Los incidentes operativos no son excepcionales, son parte del entorno. Desde problemas en la cadena logística hasta fallos en servicios en la nube, el impacto es real y directo.
- Dependencia tecnológica: El funcionamiento de muchas áreas está completamente ligado a plataformas digitales, sistemas interconectados y entornos en la nube. Un ciberataque o un fallo de conectividad puede paralizar toda la operación.
- Mayor escrutinio externo: Clientes, reguladores y partners esperan que las empresas cuenten con planes robustos para evitar disrupciones. La gestión de crisis es parte del compliance y la reputación corporativa.
Además, la resiliencia digital ,es decir, la capacidad de adaptarse y recuperarse frente a incidentes tecnológicos, se ha transformado en una métrica de madurez organizacional.
¿A quién le aplica?
Muchas veces se asume erróneamente que solo grandes empresas o sectores críticos (como energía o salud) necesitan un plan de continuidad. En realidad, toda organización que dependa de procesos, personas o tecnología para operar debería contar con uno. Desde startups tecnológicas hasta instituciones educativas, pasando por empresas de retail, logística, manufactura o servicios financieros: todas enfrentan riesgos que podrían detener sus operaciones si no están preparadas.
Elementos Clave de un Plan de Continuidad Operativa Bien Diseñado
Contar con un plan de continuidad operativa no significa tener un documento guardado en una carpeta compartida que nadie revisa. Para que sea útil y funcional, debe estar bien diseñado, probado y actualizado de forma constante. Más aún en el contexto actual, donde los riesgos operativos están directamente conectados con lo digital, lo logístico y lo humano.
Análisis de impacto al negocio (BIA)
Todo plan parte por entender qué procesos son realmente críticos. El Business Impact Analysis identifica:
- Procesos clave que no pueden detenerse
- Recursos necesarios para mantenerlos activos
- Tiempo máximo tolerable de interrupción (RTO)
- Impacto financiero, operativo y reputacional ante una detención
Este análisis permite priorizar la recuperación de servicios y no repartir recursos de forma pareja, sino según lo que realmente importa.
Identificación y evaluación de riesgos operacionales
El plan debe incluir una evaluación de las amenazas más probables o relevantes según el contexto de la empresa. Esto puede incluir:
- Fallas tecnológicas
- Cortes eléctricos o de conectividad
- Incendios, terremotos, pandemias
- Ciberataques o filtración de datos
- Ausencia de personal clave
No se trata de listar todos los riesgos posibles, sino de identificar los más críticos para cada área y diseñar respuestas proporcionales.
Estrategias de continuidad y recuperación
Una vez identificados los riesgos y procesos críticos, el plan debe definir cómo se va a responder. Esto incluye:
- Ubicaciones alternas de operación (si aplica)
- Procedimientos manuales en caso de caída de sistemas
- Proveedores alternativos
- Activación de backups y recuperación de datos
- Estrategias de redundancia tecnológica o logística
Estas acciones deben estar pensadas para distintos niveles de disrupción: desde incidentes menores hasta crisis prolongadas.
Estructura de roles y responsabilidades
Durante una gestión de crisis, no hay espacio para improvisar. El plan debe detallar claramente:
- Quién toma decisiones
- Quién ejecuta acciones específicas
- Cuáles son los canales de comunicación interna y externa
- Cómo se escalan los incidentes
Además, debe contemplar reemplazos ante la ausencia de líderes clave y rutas de contacto alternativas.
Plan de comunicación en contingencias
Una crisis mal comunicada puede escalar rápidamente. El plan debe contemplar:
- Mensajes preparados para clientes, proveedores, empleados y autoridades
- Voceros autorizados
- Canales oficiales
- Frecuencia de actualizaciones
La transparencia controlada es clave para mantener la confianza y evitar rumores o daños reputacionales.
Mantenimiento, pruebas y mejora continua
Un plan sin pruebas es solo teoría. Se deben realizar ejercicios periódicos ,simulacros, análisis de escenarios, mesas de crisis, que permitan validar lo diseñado y detectar oportunidades de mejora. La continuidad operativa debe gestionarse como un sistema vivo, no como un documento estático.
Errores Comunes al Implementar Estrategias de Continuidad Operacional (Y Cómo Evitarlos)
Diseñar un plan de continuidad operativa es una tarea que muchas empresas abordan con entusiasmo, pero que en la práctica se ve afectada por errores estratégicos, omisiones importantes o falsas suposiciones. Estos errores pueden hacer que un plan que parece “completo” falle justo cuando más se necesita: en medio de una crisis.
Para que tu estrategia de continuidad operacional sea realmente útil, es clave conocer los errores más frecuentes y anticiparse con acciones correctivas. Aquí te mostramos los más comunes y cómo abordarlos desde una mirada pragmática.
Error 1: Crear el plan como un ejercicio documental, no como una herramienta práctica
Muchas organizaciones redactan planes de continuidad para cumplir con requisitos regulatorios, licitaciones o auditorías, pero no los diseñan para ser utilizados en un escenario real. El resultado: documentos extensos, mal organizados y desconocidos por quienes deben aplicarlos.
- Cómo evitarlo: Construye un plan breve, claro y funcional. Usa lenguaje operativo, evita tecnicismos innecesarios y organiza la información por roles y escenarios. Involucra a quienes lo van a ejecutar en su diseño.
Error 2: Dejar todo en manos del área de TI
La continuidad operacional no es solo tecnología. Si bien los sistemas son críticos, hay procesos logísticos, humanos, financieros y comunicacionales que también deben mantenerse activos ante una interrupción.
- Cómo evitarlo: Arma un equipo transversal con representantes de distintas áreas: operaciones, RRHH, finanzas, comercial, legal y TI. La continuidad es responsabilidad de todos.
Error 3: No validar el plan con simulacros o pruebas
Uno de los errores más peligrosos es suponer que el plan funciona sin haberlo probado. Muchas veces, los procedimientos que funcionan en papel fallan en la realidad por falta de contexto, recursos o coordinación.
- Cómo evitarlo: Realiza ejercicios periódicos: simulacros operativos, ejercicios de escritorio, pruebas técnicas y reuniones de crisis. Evalúa los resultados, documenta los aprendizajes y ajusta el plan.
Error 4: No actualizar el plan tras cambios organizacionales o tecnológicos
Una fusión, un cambio de proveedor, la migración a la nube o el crecimiento del equipo pueden volver obsoletos ciertos procedimientos del plan original. Si no se actualiza, el plan pierde vigencia y utilidad.
- Cómo evitarlo: Establece revisiones semestrales o anuales, o incluso revisiones inmediatas tras eventos relevantes. Mantén versionado el plan y deja registro de cada actualización.
Error 5: No tener definidos protocolos de comunicación en caso de crisis
Durante una emergencia, la falta de comunicación puede generar más caos que el incidente en sí. Sin una estrategia clara, los rumores se propagan, los equipos se paralizan y los clientes pierden confianza.
- Cómo evitarlo: Incluye un plan de comunicación específico dentro del documento de continuidad: canales, voceros, mensajes clave y flujos de aprobación.
Continuidad Operacional y Resiliencia Digital: Cómo Se Conectan y Se Refuerzan Mutuamente
En un entorno cada vez más dependiente de la tecnología, la continuidad operacional y la resiliencia digital ya no pueden tratarse como conceptos separados. De hecho, están profundamente entrelazados: sin sistemas digitales resilientes, no es posible mantener los procesos críticos en funcionamiento ante una crisis. Y sin una estrategia de continuidad clara, incluso la infraestructura más robusta queda expuesta a disrupciones prolongadas.
Entender cómo se refuerzan entre sí permite a las empresas diseñar estrategias más completas y eficaces para proteger su operación.
¿Qué entendemos por resiliencia digital?
La resiliencia digital es la capacidad de una organización para adaptarse a interrupciones tecnológicas, mantener el funcionamiento de sus servicios y recuperarse rápidamente tras un incidente. Esto incluye desde ciberataques y fallas de software, hasta cortes en servicios cloud, errores humanos o problemas en la cadena de suministro digital.
No se trata solo de prevención. La resiliencia digital implica:
- Tolerancia a fallos
- Capacidad de respuesta en tiempo real
- Recuperación ágil sin pérdida de datos
- Visibilidad y monitoreo constante
En otras palabras, busca garantizar que la tecnología soporte la operación del negocio en escenarios adversos.
¿Cómo se conectan ambos conceptos?
Una estrategia de continuidad operacional sin enfoque digital es incompleta. Hoy, casi todos los procesos críticos dependen de algún tipo de tecnología: CRM, ERP, plataformas de e-commerce, logística integrada, servicios en la nube o sistemas de facturación. Si estas tecnologías fallan, toda la operación se ve comprometida.
Al mismo tiempo, una empresa con buena infraestructura tecnológica pero sin una estructura organizacional clara ante contingencias también es vulnerable. Aquí es donde el plan de continuidad operativa entra como complemento del diseño tecnológico.
Relación práctica:
- La continuidad define qué debe mantenerse activo.
- La resiliencia digital asegura cómo la tecnología permite que eso ocurra.
- Juntas, aseguran que el negocio funcione incluso en condiciones adversas.
Casos reales donde ambas capacidades se combinan
- Una empresa de logística que utiliza sistemas automatizados para el ruteo. Su continuidad depende de un backup de servidores, pero también de que el equipo sepa ejecutar rutas manuales si el sistema falla.
- Un banco que sufre un ciberataque a su plataforma online. La resiliencia digital le permite contener el ataque, pero su continuidad depende de contar con canales alternativos y un protocolo de atención para clientes afectados.
- Una empresa de retail que experimenta caída de su sistema de inventario justo antes del CyberDay. La combinación de un entorno tecnológico redundante y un equipo con planes de contingencia permite seguir operando con un canal de ventas temporal.
Cómo construir esta sinergia en tu empresa
- Integrá equipos de TI y continuidad operativa en un solo comité de gestión.
- Usá métricas compartidas entre tecnología y negocio (RTO, RPO, SLAs).
- Diseñá simulacros que involucren fallos tecnológicos y decisiones de negocio.
- Automatizá monitoreos y alertas para reaccionar antes de que un incidente escale.
¿Qué Sigue Después del Plan de Continuidad?
Tener un plan de continuidad operativa ya es un gran paso. Pero lo más importante viene después: mantenerlo vivo, convertirlo en parte de la cultura de la empresa y usarlo como base para ser más ágiles, resistentes y competitivos.
Del plan a la rutina diaria
El plan no puede quedarse guardado en un archivo. Debe ser una herramienta activa, conocida por todos y usada en situaciones reales. Para lograrlo, hay que:
- Incluirlo en las capacitaciones y la inducción de nuevos colaboradores.
- Revisarlo en las auditorías internas y en las evaluaciones operativas.
- Ponerlo a prueba con simulacros o ejercicios periódicos.
- Actualizarlo cada vez que cambien procesos, equipos o tecnología.
Cuando la continuidad forma parte del día a día, la empresa está lista para afrontar cualquier interrupción.
Construir una resiliencia real
La clave para sobrellevar crisis no está solo en un documento, sino en una estructura sólida que incluya:
- Infraestructura tecnológica robusta.
- Procesos críticos bien definidos y documentados.
- Equipos entrenados y con autonomía para actuar en emergencias.
- Aprendizaje continuo a partir de cada incidente.
- Monitoreo constante de los indicadores clave.
Este nivel de resiliencia se consigue con un enfoque disciplinado y el compromiso de toda la organización.
Unir esfuerzos con otros sistemas de gestión
En 2025, muchas empresas integran el plan de continuidad con marcos ya establecidos, como:
- Sistemas de calidad (ISO 9001).
- Seguridad de la información (ISO 27001).
- Gestión de riesgos (ISO 31000, COSO).
- Cumplimiento corporativo y sostenibilidad (ESG).
Al combinar estos enfoques, se evitan duplicidades, se refuerza la gobernanza y se maximizan los beneficios para toda la compañía.
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